Tengo muy claro que ésta no va a ser la receta con más visitas de mi blog, y es que por norma general la mayoría somos un tanto reacios a la casquería o despojos.
El consumo de las entrañas dependen muy mucho de una cultura a otra: Algunas las rehuyen, y otras sin embargo, las consideran auténticas delicias.
Pero sin irnos más lejos, mientras en algunas zonas no hay costumbre de ello, en la mía se tiene auténtica devoción por los entresijos de los animales: La sangre, con la que se hace también nuestra morcilla de Matachana, la asadurilla, los callos, las mollejas...
Yo me he decidido a traer un plato que aunque he de admitir que me da bastante repelús, para mi es muy especial por la historia que tiene detrás. Y aunque yo no lo probara, he de decir que los comensales quedaron muy satisfechos.
Un modo distinto de hacer sesadas.
¡Espero que os guste!
- 2 Dientes de ajo
- 2 Sesadas de ternera
- 4 Huevos
- AOVE
- C/s de perejil
- C/s de vinagre
- Sal
PREPARACIÓN:
Conseguimos un par de sesadas. Limpiamos la mayor parte del exterior que podamos.
Los sumergimos durante unos minutos en agua con vinagre o limón y sal. Entonces con mucho cuidado, retiramos la membrana exterior y las venas que pueda contener.
En un cazo con agua sin que llegue a hervir, blanqueamos la pieza durante 10 minutos. De ésta manera nos aseguramos la total limpieza.
En una sartén con un chorro de AOVE, doramos los dientes de ajo machacados.
Una vez que tengan un tono dorado, agregamos los sesos previamente escurridos del exceso de agua de la cocción.
Con ayuda de una pala de madera, deshacemos la sesada en cachos medianos apropiados para el relleno.
Mezclamos todo bien, hasta que obtengamos ésta textura.
Entonces agregamos los huevos de uno en uno.
Removemos para que vayan cuajando poco a poco, y cuando éste bien mezclado, agregamos el siguiente huevo hasta que acabemos con todos ellos.
Salamos.
Pasamos al plato de presentación y decoramos con una rama de perejil.
Éste es el resultado final de nuestro revuelto de sesos.
¡Qué aproveche!
AY! Andrea vengo solo a verte a ti, sinceramente es que no puedo ni pensar en el ingrediente de tu receta,¡No puedo de verdad ver la receta! Creo que se debe a que de bien pequeña era mala para comer, y me daban sesos...(WuAAA) y desde que yo recuerdo, no recuerdo cuando me los daban, me da un asco que ni el nombre... ¡Lo siento!
ResponderEliminarjajaja, ay Estela, yo te comprendo.
EliminarLa casquería es un tema además de tradicional dependiendo de la zona, muy psicológico, y si no nos entra en la cabeza no hay que forzarlo. Yo como orejas, callos, rabo... Pero los sesos no, aunque en mi casa los tienen por una delicia, y tampoco lo discuto, pero conmigo que no cuenten para comerlos! jajaja
Hola Andrea, me pasa como a Estela, no puedo con la casquería, es más fuerte que yo. Si te soy sincera la mayoría de ella ni la he probado, pero es que solo de saber lo que es me da repelús. En cambio tengo una amiga que le chifla todo.
ResponderEliminarUn bst.
Me pasa como a ti, hay cosas que soy incapaz de meter en la boca, como por ejemplo los sesos. Pero lo dicho, es cosa de nuestra cabecita, porque a quién le gusta dice que es una verdadera delicia, de sabor y de textura.
EliminarUn beso
Como bien dices tomar casería es cosa de costumbres. Recuerdo que me dice mi madre que de pequeña nos daba sesos, sangrecita y demás,... qué inocente éramos. Si hubiera sabido lo que era, no me los hubiera comido, jaja. Ahora no lo como, no porque sea una cosa u otra sino porque es en esas zonas donde más se acumulan las toxinas, antibióticos y demás. Aunque he de reconocer que el hígado y la sangrecita me gustaba, jeje!!! Una receta estupenda! Besitos, guapa!
ResponderEliminarA mi, me la metían en las papillas con las legumbres. Ahora hay muchas cosas que preparo para mis comensales, y yo no las pruebo, una de ellas son los sesos.
EliminarMuchas gracias guapa. Un beso